La Gaceta

Lucía, con cinco años, reclamó aire puro y paró una molienda

“Mis compañeritas me felicitaron”, dijo

RODOLFO CASEN

“Mis compañeritas me hablaron para felicitarme por lo que hice. Y fue reclamar aire puro. Me prometieron que se va a trabajar para mejorar el ambiente”, dijo a LA GACETA la niña Lucía Lobo, de cinco años, quien portando una caja llena de hollín aportó para que se suspendiera la molienda del ingenio Ñuñorco por contaminación ambiental. “Cuando comienza a caer el hollín me tengo que proteger para evitar que me entre esa ceniza a mis pulmones”, había contado Lucía, quien padece problemas respiratorios. “Tenemos derecho al aire puro”, comentó su padre.

La pequeña Lucía Lobo tiene cinco años y desde que aprendió a caminar sufre un inconveniente que le provoca mucho daño a su salud: la contaminación ambiental por el hollín del ingenio. Se trata de la fábrica azucarera Ñuñorco de Monteros, ala que, hace pocos días, la Dirección de Medio Ambiente de la Provincia le ordenó suspender la molienda hasta tanto solucione los problemas de emanación de partículas desde sus calderas y otros sonoros que también disgustan a los vecinos.

Lucía, a pesar de su corta edad, fue una de las que personalmente formalizó sus quejas ante el subsecretario de Protección Ambiental, Luis Marcelo Lizárraga. Lo hizo cuando el funcionario, con técnicos de su repartición, fue a inspeccionar la fábrica. Ahí la niña le entregó una caja conteniendo un cúmulo de hollín que levantó del fondo de su casa. Es el sitio en el que están sus juegos y al que no puede recurrir por la “lluvia negra”. Es una de las caras que muestra en esa ciudad un drama que se presenta todas las zafras. Después de su planteo vino la suspensión preventiva de unas tres horas a través de una resolución, cuya copia le entregó personalmente Lizárraga a la niña.

“Sólo puedo jugar en el fondo de mi casa. Pero cuando comienza a caer el hollín me tengo que ir adentro. Y eso sucede cuando llega la zafra. Me tengo que proteger los ojos y también evitar que me entre esa ceniza a mis pulmones”, contó Lucía. En su casa muestra los restos de partículas que no sólo emanan de las chimeneas del Ñuñorco, sino también de la quema de cañaverales. “Mis compañeritas me hablaron para felicitarme por lo que hice. Y fue reclamar aire puro. Me prometieron que se va a trabajar para mejorar el ambiente” añadió. Hernán, su padre, explicó que si bien el ingenio es muy importante para la economía local, no puede constituirse al mismo tiempo en una amenaza para la salud de niños y adultos. “Lucía desde muy pequeñita comenzó con problemas respiratorios. Cuando fui al neumonólogo me preguntó si vivía cerca de alguna fábrica. Le dije que sí, cerca de un ingenio. Entonces me advirtió que mi hija acusaba una especie de reacción alérgica a las partículas que emanan las chimeneas” explicó el hombre. “Creo que en esta movida nos tenemos que involucrar todos. Pues tenemos el derecho a respirar aire puro y cuidar nuestra salud. También hay que velar por los trabajadores que están en la boca de la contaminación. Las autoridades tienen que exigir a los empresarios que inviertan para frenar la emanación de partículas y a los productores para que no sigan quemando caña”, apuntó el hombre. Además de su hija, Hernán refirió a que su padre también tuvo problemas respiratorios por el hollín.

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2021-08-05T07:00:00.0000000Z

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